“¿Qué es, en efecto, la vida de un hombre, si no se une a la vida de sus antepasados mediante el recuerdo de los hechos antiguos?” Cicerón. El Orador

¿Por qué soy un nacionalista incluyente? ¿Por qué amo con devoción a mi Patria y a mi pueblo? Por qué se me humedecen los ojos cuando veo a Eva renunciando, ¿o a Perón?, tal como lo grabaron mis retinas despidiéndose en la Plaza de Mayo de su pueblo por el que tanto peleó y por el que entrego su vida en plena consciencia del hecho, un 12 de junio de 1974.  La respuesta obvia, es porque soy peronista.

Como el hijo prodigo desde mis quince años, lo aparte de mi y volví pidiendo perdón por mi falta de fe.  Como Pedro que negó a Jesucristo por tres veces.

Viví, participé, luche, leí, estudie, compartí horrores, me ilusione y me rompí la cabeza muchas veces a lo largo de mi existencia. Pero llevo en mi corazón; cuando era un practicante en el municipio de Morón, las estampitas de Evita y de Perón y su velita prendida, en cuanta casa humilde entré, y en plena dictadura militar. Porque fui a recibir a Perón en su retorno y solo recuerdo un avión bajando sobre un cielo plomizo y enfrente soldados y suboficiales del ejercito llorando y pidiendo que no pasáramos, porque viví el horror de Ezeiza mixtura de Firmenich y Osinde.

En fín; mis sueños cumplidos el Gral. en la presidencia, pero olvidando como el diría, las acechanzas de un futuro incierto. El Gral. que hablaba y era sentir que le hablaba a cada uno en forma individual, con su eterno afecto y sus brazos en alto en abrazo perpetuo.

Y lo lloré, también en un día lluvioso, y sentí como entonces una gran mayoría de argentos sentíamos que se había ido aquel que podía arreglar todo este desaguisado, construido con perenne paciencia desde 1955.

Y vino Menem y me fui del PJ y me afilie a un partido provincial, desengañado, estafado y embaucado, claro no sería distinto, porque mi alma tenía una pertenencia a la que no podía renunciar, y volví a un PJ que me volvió a poner en la función pública, pero descubrí que lejos del decir estaba el no hacer o peor aún hacer lo contrario, lo indebido, y que el peronismo en su totalidad, se convertía en refugio de mercenarios antes furibundamente antiperonistas, deseosos de ascenso social y de dinero, lejos de eso, de primero la Patria, luego el movimiento y por último los hombres, y escribí más de 100 notas en los periódicos locales, que me costaron la denigración pública y la persecución y el ostracismo, tal como un personaje de Asís, en su obra  “Hombres de Gris”.

Vi desde mi vieja formación barrial, sindical y católica, que me llevo al peronismo y me nutrió de sus principios y valore; como unas sucesión de dirigentes llamados peronistas, pero que danzaban hasta con el otrora enemigo, gobernaron declamando un idioma progresista, ajeno al peronismo real, y en la práctica cobijaron lo peor del neoliberalismo, y que amigos y opositores cometieron idénticos pecados, mucha escuela de Frankfurt, mucha nombrar a Marx, sin siquiera comprenderlo y olvidando a ese gran movimiento nacional y popular, al que querían moldear con otros fines. Y pegué otro viraje, pero con horror descubrí que la miseria humana y la decrepitud moral no respeta colores, camisetas ni ideologías.

Y aquí estoy tan o más peronista que nunca, con la capacidad de leer cualquier corriente y permanecer fiel a mis principios, y de descubrir que veo Sinfonía de un Movimiento de Favio y sigo emocionándome como cuando era un adolescente que se iniciaba. Tengo mi bastón de mariscal en mi mochila, junto a el Modelo Argentino, pero ante todo tengo la capacidad intacta de ver todo desde la óptica que ese maravilloso hombre un 17 de octubre de 1945 abrió las compuertas para arribar a una Patria Libre, Justa y Soberana.

Si tengo una identidad, soy argentino, latinoamericano y como tal mestizo, y miembro del más grande movimiento nacional y popular de más de doscientos años de historia argentina, pero a la que condensan y conjugan.

Oscar J Troisi

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