JUEVES, 23 de agosto 2018.- Los habitantes del pueblo Sandavágur, situado en las islas Feroe, en el Atlántico Norte, territorio autónomo de Dinamarca, tienen una tradición verdaderamente chocante que, año tras año, acaba con la vida de cientos de cetáceos. Otro verano más el mar quedó teñido de rojo hace unos días con la sangre de 180 ballenas, informa el diario Daily Mail.
El video de la última cacería, en el que decenas de residentes, niños incluidos, se afanan en la matanza de 180 ballenas en la costa, ha aparecido recientemente en las redes sociales, generando indignación y crítica.
Esta sangrienta y antigua tradición —llamada Grindadráp— se remonta a XVI siglo, cuando la población local no disponía de otras fuentes de proteína, y la cacería de cetáceos formaba parte de la preparación de los pobladores para superar los rigurosos inviernos. La carne de las ballenas y delfines capturados en verano proporcionaba a los isleños alimentos para todo el año.
Curiosamente, esta carne no se exporta y ni siquiera se vende en tiendas, sino que se prepara y se consumen directamente en los hogares de los cazadores.
«Las capturas se comparten en gran medida sin el intercambio de dinero entre los participantes y la comunidad local», afirma un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de las Islas Feroe.
Esta matanza ritual en las islas Feroe es motivo de indignación entre los defensores de los derechos de los animales, como WWF, PETA y Humane Society International, que aseguran que es «cruel e innecesario».
Sin embargo, pese a las muchas críticas, las autoridades locales siguen protegiendo esta tradición, esgrimiendo que la carne y la grasa de cetáceos no solo es una «parte valiosa de la dieta nacional», sino que la cacería asegura que las islas —cuyas posibilidades agrícolas son limitadas— sean lo más autosuficientes posible.
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