VIERNES, 9 de noviembre 2018.- Analía del Valle Rosales es Agente Civil de la Armada Argentina y trabaja en Revista del Departamento Abastecimientos en la Base Naval Ushuaia, donde realiza trabajos administrativos y de contaduría. Este año proyectó sus vacaciones para conocer la Gran Manzana y participar en una de las 6 pruebas de 42K más importantes del mundo.
«Correr en Nueva York siempre fue un sueño, desde pequeña», admitió Analía, quien es sorda. Su expresión oral es muy buena, sabe leer los labios y utiliza también el lenguaje de señas para comunicarse.
Con un tiempo de 4 horas 44 minutos, Analía llegó a la meta. Corrió junto a 50 mil atletas profesionales y aficionados de 140 países del mundo, completando los 42,195 kilómetros (distancia oficial) del recorrido. Añoró el blando terreno de Ushuaia en oposición al cemento neoyorquino. Fue una dura carrera, confesó; pero lo logró.
No es sencillo obtener un lugar en la clásica maratón que se corre todos los años en esa ciudad desde 1970; y más difícil aún competir y completar el recorrido que abarca 5 distritos desde Staten Island hasta el Central Park, en Manhattan.
Analía posee una destacada trayectoria en competencias disputadas en Bariloche (Río Negro), Misiones, Buenos Aires y Ushuaia (Tierra del Fuego). En dicha ciudad donde vive, ha participado de varias carreras organizadas por el Área Naval Austral e incorporadas al calendario de carreras de la provincia: en mayo del 2016 y 2017 en los 10K por el Día de la Armada Argentina; y este año en los 10K por el 134° aniversario de Ushuaia en la carrera «Comodoro de Marina Augusto Lasserre».
«La posibilidad de correr en Nueva York surgió por mis vacaciones; y la fecha justo coincidía con la famosa maratón», detalló Analía. Es su primera vez en ese país, aunque le gusta viajar y conoce otros lugares y culturas, como China.
Luego de obtener su VISA de ingreso, tuvo que juntar el dinero de la inscripción y a través de una donación a la Fundación «Team for Kids» que recauda fondos para la asistencia de estudiantes destinado a programas juveniles del New York Road Runners, adquirir el dorsal para el evento.
La esperada carrera comenzó el 4 de noviembre a las 8.30 (hora local) con la partida de los atletas en sillas de ruedas; 9.20 inició la prueba femenina y 9.50 largaron los hombres. Analía representó a nuestro país, llegó a la meta en 4 horas 44 minutos, aunque el mejor posicionado y único argentino dentro del Top 100 fue Lucas Báez, quien terminó número 45 con 2:28:53. Los ganadores fueron la keniata Mary Keitany (2:22:49) y el etíope Lelisa Desisa (2:05:59). En silla de ruedas, los primeros en cruzar la línea de llegada fueron el estadounidense Daniel Romanchuk y la atleta suiza Manuela Schär.
El recorrido para la 48° edición de la Maratón de NY comenzó en Staten Island y atravesó el puente Verrazano Narrows que se cerró al tráfico; se continuó por Brooklyn y Queens. Tras superar el río Este a través del puente de Queensboro, los participantes llegaron a la isla de Manhattan; siguieron rumbo norte por la Primera Avenida y pasaron por el Bronx, antes de retornar a Manhattan por la mítica Quinta Avenida, y concluir en Central Park.
Analía contó que desde chica hasta los 25 años entrenaba con un profesor, y que volvió a correr a los 38. «Hoy entreno con un grupo de compañeros que fui conociendo a partir de practicar este deporte.»
Sus horarios habituales de trabajo le permiten combinar su actividad laboral con su hobbie: «Ingreso a trabajar muy temprano y puedo tener las tardes para entrenar y los fines de semana poder participar de las competencias o correr por diversión», destacó.
De La Matanza a Ushuaia y su ingreso en la Armada
Analía nació en Isidro Casanova Partido de La Matanza, zona oeste del Gran Buenos Aires, y su grupo familiar se encuentra en una localidad cercana, en González Catán: su papá Carlos y su esposa Mónica Ros; y sus hermanos Javier y Marcos.
Ella decidió partir a Ushuaia como primero lo hizo su hermana Verónica. «Actualmente vivo sola y espero un traslado a Río Grande para vivir con mi novio y seguir desarrollando mis tareas en la sede que la Armada tiene en esa ciudad», adelantó.
Los mejores recuerdos de su infancia fueron en la Escuela Nº 29, «transité por ella durante 10 años, disfrutaba de las actividades que nos proponían y de la relación con mis compañeros. Fue una hermosa experiencia y fui muy feliz en esa escuela», recordó respecto del establecimiento de Educación Especial y Formación Laboral «Dr. Osvaldo Magnasco» del barrio de Floresta.
En Buenos Aires trabajó en una Estación de Servicio pero al llegar a Ushuaia le costó insertarse en el mercado laboral: «Necesitaba trabajar y me puse en contacto con una oficina laboral para gente con discapacidad quienes me ayudaron a ingresar a la Armada», sostuvo. «Si tuviera que definir a la Armada, para mí es una gran Institución que cuida a la Patria», destacó.
Analía Rosales es una de las casi 300 personas que forman parte del Programa de Inserción Laboral para Personas con Discapacidad de la Armada Argentina que como parte del Estado Nacional, cumple con la responsabilidad de la Ley 22.431 de incorporar a su planta permanente personal con discapacidad. De los 6.780 agentes civiles que trabajan en la Armada, el 4,28% ingresaron por este sistema y se desempeñan como profesionales, técnicos, administrativos, docentes, agentes de producción o personal de mantenimiento y servicio.
Analía destacó que en su ámbito laboral se siente a gusto y ser hipoacúsica no ha sido un impedimento para desarrollar sus tareas contables y administrativas. «Hace dos meses me encuentro en Revista donde me siento muy cómoda porque hay equipos de trabajo. Lamentablemente como en todos los ámbitos, es difícil, pero en mi nuevo sector soy muy bien tratada y puedo disfrutar de lo que hago», resaltó.
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