LUNES, 6 de marzo de 2017.- El Gobierno de Rosana Bertone y Juan Carlos Arcando intruyó a su Ministro de Seguridad para enviar al personal policial a controlar escuela por escuela la nómina de adherentes al paro docente.
Pudo observarse como los patrulleros de la policía provincial recorrían las escuelas públicas, no para cuidar a los niños ni para ordenar el tránsito vehicular, sino para recabar la vital información que desde el despacho del Ministerio de Seguridad se requería para ser entregada personalmente a Rosana.
Primero hacían una aproximación tímida los policías, para luego hacer su ingreso a los establecimientos, dirigiéndose a la secretaría y a la dirección para recibir la información que más tarde recibiría la gobernadora.
Lo paradójico fue que los directivos de las escuelas fueron instruidos a dar lectura frente a padres, docentes y alumnos, de una nota del Ministro de Educación Diego Romero –cual epístola del apóstol a sus feligreses- referido a la declaración de los derechos del hombre. Inmediatamente los padres comenzaban a mirarse entre sí, como si se tratara de “una cargada” del funcionario de Bertone y Arcando.
Mientras tanto, en la escuela 46 de Chacra XI, Rosana, custodiada por la guardia de infantería de la policía, daba inicio al ciclo lectivo 2016.
Bertone, quien no tiene empacho en anunciar varias veces el mismo “anuncio”, o inaugurar las obras que realizó Fabiana Ríos, de paso cañazo, no perdió la oportunidad e inauguró el flamante edificio del barrio Chacra XI.
En la Escuela 46 podía verse más policía y militantes rentados del gobierno de Bertone y Arcando, que padres, maestros y alumnos. Lamentable espectáculo brindado por una gobernadora que demuestra cada día su incapacidad para resolver los problemas de la provincia y proyectarla al futuro.
Bertone y Arcando prefieren gastar el dinero público en Palito Ortega, en cartón pintado, en alinear a la prensa adicta, pasajes, viáticos y nombramiento de cargos políticos estériles e improductivos.
El gobierno de Bertone funciona por inercia, sin rumbo, es un rejuntado de funcionarios preocupados por sobrevivir y tratar de manotear algo, porque la fiesta se termina y tienen fecha de vencimiento. Sólo vale tratar de mantenerse en el poder a través del clientelismo, y la «bendita obra pública» de Frigerio que termina en manos de un par de empresas amigas de los funcionarios de Bertone.
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