SÁBADO, 2 de octubre 2021.-  Por estas horas Jorge Gómez y su perra Lola se encuentran en San Martín de los Andes y prenden unir la Quiaca con Ushuaia en bici por la ruta 40. Esperan llegar a Tierra del Fuego el 31 de diciembre. Con 56 años el santiagueño tiene cuatro hijos y tres nietos, Jorge fue campeón argentino y medallista panamericano de Taekwondo y después como personal trainer entrenó entre otros a Mauro Viale y su hijo Jony. Se embarcó en esta aventura sobre ruedas el 2 de enero y partió hacia el norte del país desde el barrio de Congreso en Buenos Aires.

Viaja con Lola, esa compañera entrañable que le dio el camino, que va adelante de la bici en un cesto montado sobre un soporte con un polar que la protege del frío. Es una cachorra morocha de cinco meses que lo eligió cuando visitaba a un amigo en San Carlos, un hermoso pueblo salteño a la vera de la ruta. Entre sus cuatro hermanitos, ella fue la que dio el paso al frente y se metió entre sus piernas moviendo la cola. Tenía 45 días y desde entonces están juntos.

«Jorge y Lola se conocieron en San Carlos cuando ella tenia 45 días y desde entonces están juntos»

“Poder almorzar con mi perrita a la orilla de la ruta 40 es ser afortunado. Hay cosas que el dinero no puede comprar”, dijo Jorge.

Lleva una carga de 208 kilos que incluye su propio peso a una velocidad crucero de entre 12 y 15 km/h en las rectas asfaltadas. Puede ser menos en una trepada o un zigzag, pero puede llegar a 25 km/h a puro salto, volantazo y freno en una bajada extrema. En promedio, avanza unos 100 km por jornada. ¿Cómo sabe el peso exacto? Los subieron a una balanza industrial en Mendoza y así se sacó la duda, comentó.

Por estos días, Jorge Gómez se encuentra en San Martín de los Andes, sorprendido por su belleza.  “Cuantos lugares lindos hay para descubrir en nuestro país”, comenta entusiasmado mientras describe los volcanes y los puestos de los crianceros que lo impactaron y agrega que está feliz de las manos generosas que se extienden para ofrecerle una cama y un plato de comida. O los que se paran frente a la carpa, aplauden como si fuera una casa y le preguntan si necesita algo.

“La gente es increíble. Gracias por tanto”, dice. También le dejan un lugar para que arme campamento o le aconsejan sobre los lugares para descubrir y para evitar. «Todo eso para mi es vital», dice Jorge.

Lleva más de 8.000 km a puro pedal. Eso sí, va sin apuro. Y se dio el gustazo de pasar por Weisburd, su pueblo natal en Santiago del Estero. “Ya no compito. Voy disfrutando del viaje. Y donde me invitan paro”, cuenta.

En lo más alto
Suele pasar que los inviten a dormir. Y sino, arma la carpa en alguno de esos paraísos solitarios alrededor de las seis de la tarde si apreta el frío, aunque nunca como esos 15°C bajo cero en ese ícono salteño llamado Abra del Acay, a 4895 metros, el segundo camino más alto del mundo después de los del Himalaya.

El camino le dejó postales imborrables a medida que bajaba por la 40. El norte y la belleza agreste, los colores de los campos de morrones en Jujuy que viran del bordó al verde según cómo les pegue el sol, pedalear con ese precipicio salteño al costado, hacer un tramo de la ruta por un río, ese almuerzo inolvidable en La Quebrada de Las Flechas. Las vicuñas, el silencio y el viento.

«Te emocionás, vas con un nudo en la garganta», cuenta. Esa maravilla llamada Catamarca con sus paisajes tan espectaculares como poco conocidos. La Cuesta del Miranda en La Rioja por la parte vieja como le recomendaron. «Es una cosa para sacarse el sombrero hermano», dice. El Cañón del Atuel en Mendoza y tantos otros lugares aquí y allá.

Ahora recorre otra maravilla, el norte neuquino. Y es tiempo de apurar la marcha. Jorge y Lola pretenden llegar el 31 de diciembre a Ushuaia. «Los sueños están para cumplirse. Que las excusas no sean superiores a tus sueños. Este viaje me lo voy a acordar para siempre, me lo voy a acordar para siempre», finalizó.

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