SÁBADO, 13 de julio 2019.- La vacuna contra el sarampión empieza a actuar dentro de las primeras semanas de su administración y, una vez que la persona desarrolla inmunidad contra esta enfermedad, la protección dura toda la vida.
El sarampión es una enfermedad sumamente contagiosa que puede llevar a complicaciones serias y hasta mortales, pero la vacuna contra el sarampión es segura y muy eficaz para prevenir la enfermedad.
Todos los menores de 18 años deben recibir dos dosis de la vacuna contra el sarampión. La recomendación es administrar la primera dosis a los 12 o 15 meses de edad, debido a que los niños menores de 1 año de edad no responden bien a la vacuna porque la inmunidad materna no solamente los protege contra la enfermedad, sino también contra la respuesta de su organismo a la vacuna.
La segunda dosis se recomienda administrar antes de que el niño empiece la escolarización, o sea, hacia los 4 o 6 años.
La inmunidad contra el sarampión se establece entre 10 y 14 días después de recibir la primera dosis. Los estudios demuestran que el 93 por ciento de las personas vacunadas son completamente inmunes con la primera dosis, pero la segunda dosis garantiza la inmunidad en más del 97 por ciento.
La vacuna contra el sarampión no deja de surtir efecto con el tiempo, de manera que si usted tiene pruebas de que es inmune contra la enfermedad, no es necesario que reciba otra dosis de la vacuna aunque haya un brote.
La inmunidad contra la enfermedad se puede probar con la documentación pertinente a la administración adecuada de la vacuna. En los adultos con bajo riesgo y mayores de 19 años, lo adecuado es que hayan recibido una o más dosis de las vacuna contra el sarampión cuando cumplieron el primer año de vida o poco después de ese cumpleaños.
En los adultos con alto riesgo de contraer sarampión, como son los universitarios que viven en residencias estudiantiles, los profesionales de la salud y los viajeros internacionales, la vacuna estará bien administrada si se ambas dosis se dan con una diferencia de 28 días entre ellas.
Por otro lado, casi todas las personas nacidas antes de 1957 tienen inmunidad contra el sarampión y no requieren más vacunas, porque antes de la década de los años 60, época en la que salió la primera producción de la vacuna contra el sarampión, la enfermedad era común y los niños probablemente la contraían; por ello, ahora que son adultos, tienen inmunidad contra ella.
No obstante, hay que tener presente que una de las vacunas contra el sarampión administradas en la década de los años 60 no cuenta, porque las vacunas válidas contra el sarampión son las que contienen virus vivos atenuados, como es el caso de las actuales y el de algunas anteriores.
La versión “muerta” o inactivada que se usó entre 1963 y 1967 no cuenta. Si a usted se le vacunó contra el sarampión durante esos años y sin dosis específicas, no es posible saber cuál versión se le administró y lo mejor sería que hablara al respecto con el médico.
Como adulto de más de 19 años, si no tiene seguridad acerca de la vacuna que recibió ni de ser inmune al sarampión, hable con su médico. Los informes demuestran que las fechas de vacunación contra el sarampión prueban la inmunidad, pero quienes no tienen sus expedientes pueden recibir sin peligro una dosis de la vacuna, aunque ya se hayan vacunado anteriormente.
Otra alternativa es hacer un análisis de sangre para confirmar si es inmune, sea porque se vacunó o debido a que tuvo la enfermedad.
La inmunidad contra el sarampión es fundamental ahora, porque la enfermedad puede llevar a complicaciones médicas serias, especialmente en niños pequeños. Dichas complicaciones son, entre otras, de infecciones bacterianas de los oídos, bronquitis, laringitis, crup y pulmonía.
El sarampión es sumamente contagioso y producto de un virus que se reproduce en la nariz y la garganta. Cuando una persona infectada con sarampión tose, estornuda o habla, expulsa al aire gotas infectadas que otras personas inhalan luego.
Las gotas infectadas permanecen en el aire o aterrizan sobre alguna superficie, donde continúan siendo infecciosas por varias horas. Uno puede contraer el virus simplemente por respirar el mismo aire ambiental o por llevarse la mano a la boca, la nariz o los ojos después de tocar una superficie infectada. Alrededor del 90 por ciento de las personas no inmunes al sarampión se infectan cuando se exponen al virus.
La vacuna no puede administrarse a todas las personas, como a los niños pequeños que aún no cumplen un año de vida, a las mujeres embarazadas y a quienes tienen sistemas inmunitarios defectuosos.
Esas personas dependen de que quienes pueden vacunarse, efectivamente, reciban la vacuna. Por lo tanto, la vacuna no solo protege a la persona que la recibe, sino también salvaguarda la salud de otras personas vulnerables de la comunidad.
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