SÁBADO, 26 de mayo 2018.- La memoria, la capacidad de concentración, el humor, la tensión arterial, el colesterol, el embarazo y la hidratación de la piel son algunas de las funciones del cuerpo influidas por el funcionamiento de la glándula tiroidea. Ubicada en la base cuello, produce las hormonas T3 y T4, las cuales afectan a la mayoría de las células de nuestro organismo.
Cuando la glándula tiroidea se enferma, puede alterarse su morfología o su funcionalidad. En caso de que lo afectado sea la morfología de la glándula, se genera lo que se conoce como bocio. Si la totalidad de la glándula incrementa su tamaño, hablamos de bocio difuso, mientras que, si se desarrolla una o más estructuras nodulares, ya sean sólidas o quísticas (bolsa membranosa que contiene sustancias líquidas), nos referimos a bocio nodular. En cambio, cuando lo que se altera es la funcionalidad de la glándula, se producen patologías tales como hipotiroidismo o hipertiroidismo, relacionadas con el déficit o con el exceso de producción de hormonas respectivamente.
La presencia de bocio no significa necesariamente que la glándula tiroides presente un trastorno en sus funciones.
Los factores ambientales juegan un rol importante en el origen y la evolución de esta enfermedad. Las principales fuentes de sustancias bociógenas son los alimentos que poseen iodo, elemento esencial para la producción de hormonas de la tiroides. La ingesta excesiva y permanente de estos alimentos, tales como nabo, brócoli, coliflor o arándanos pueden ser responsables del agrandamiento de la glándula. A su vez, la deficiencia de iodo en el organismo puede producir el desarrollo de bocio como un intento de la glándula de compensar dicha carencia.
Con la implementación de la ley 17.259/67 en Argentina, se reglamentó la obligatoriedad de la modificación de iodo en la sal para consumo humano y animal, hecho que redujo el número de pacientes que presentaron bocio endémico.
El bocio se desarrolla con mayor preponderancia en el sexo femenino, porque existen otros factores que facilitan su aparición, como la edad avanzada, alteraciones genéticas y autoinmunes, los tratamientos de radioterapia en cabeza y cuello, ciertos medicamentos.
El desarrollo de bocio suele ser asintomático, salvo que se encuentre asociado a una inflamación que genere dolor o molestias locales. Si bien crece lentamente, en algunos casos su expansión es rápida y genera la compresión de estructuras vecinas (como la tráquea, el esófago o el nervio laríngeo), lo que podría ocasionar dificultad para respirar, deglutir o hablar. El bocio puede ser detectado de manera accidental al realizar estudios de otras estructuras del cuello, por el paciente o por algún familiar a través del palpado casual de una formación protuberante en la región anterior del cuello.
En la actualidad, existe un incremento del número de consultas sobre patologías tiroideas. Esto se debe a que, frente a determinados síntomas, la enfermedad es más considerada por los médicos y por los mismos pacientes.
El diagnóstico médico del bocio se inicia con un interrogatorio completo y con un minucioso examen físico del paciente, mediante el que se intentará detectar la patología por medio de la palpación del cuello. Posteriormente, se realizan estudios bioquímicos hormonales que establecen la funcionalidad tiroidea (normal, hipotiroidismo o hipertiroidismo) y una ecografía tiroidea que aportará detalles adicionales sobre el tamaño glandular exacto y sobre las características sospechosas de su malignidad.
Existe una suposición de malignidad cuando el nódulo posee consistencia dura a la palpación o cuando crece rápidamente en adolescentes, niños, adultos mayores o personas que hayan recibido radioterapia por una patología cervical. Para lograr una mayor aproximación al origen benigno o maligno de las células y luego sugerir o evitar un tratamiento quirúrgico innecesario, es posible indicar una punción nodular (PAAF: punción aspirativa con aguja fina).
El tratamiento del bocio dependerá de su causa. Si se asocia con el hipotiroidismo o con el hipertiroidismo el manejo médico correspondiente suele reducir el tamaño de la glándula o detener su crecimiento. La opción quirúrgica (tiroidectomía) queda reservada para la mayoría de los nódulos malignos. En numerosas ocasiones, si no existe alteración glandular funcional ni malignidad, es posible adoptar una conducta expectante, que consiste en observar la evolución de la enfermedad a través de controles periódicos con el especialista.
Sanatorio Allende cuenta con un Servicio de Endocrinología integrado por profesionales expertos en el tema y con vasta trayectoria en el manejo de patologías hormonales en general y, particularmente, en aquellas relacionadas don alteraciones de tiroides. De este modo, el paciente accede a su consulta endocrinológica con la certeza de recibir un cálido acompañamiento tanto profesional como humano, y un asesoramiento sobre cada procedimiento al cual será sometido, ya sea diagnóstico, terapéutico o de seguimiento.
Si bien no existen medidas preventivas para el desarrollo de esta patología, salvo la suplementación alimentaria con iodo en casos de deficiencia, con el fin de su detección y tratamiento precoz, se recomienda que pacientes con antecedentes familiares de enfermedades tiroideas establecidas realicen una consulta endocrinológica.
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